Becky Hayes Le había pedido a Dios que mi hijo Denith estableciera una estrecha relación personal con Jesús desde pequeño, aprovechando que a los dos años los niños tienen mucha fe y mucha capacidad para creer. Oré para que no solo lograra comprender que Jesús es su Salvador, sino que viera en Él un amigo muy querido, pues Él desea que todos tengamos una amistad así con Él. Yo quería que Denith percibiera el Espíritu de Dios y escuchara Su voz. Una noche ocurrió algo extraordinario que me animó y me convenció para enseñar a mi hijo a escuchar la voz de Jesús. Resulta que a Denith le habían regalado cuando era un bebé un oso de peluche. Lo llamaba Teddy y le tenía mucho cariño. A donde quiera que iba Denith —al jardín de infantes, a almorzar o al supermercado—, Teddy lo acompañaba. Un día el osito se hizo humo, y no lo encontrábamos por ninguna parte. Estuvimos tres días buscándolo por toda la casa. Hasta saqué las cosas que tenía guardadas debajo de la cama, no fuera a ser que Teddy se hubiera caído por detrás. La tercera noche, cuando estaba acostando a Leilani (de 9 meses) y a Denith, y ya había apagado la luz y todos estábamos arropados en la cama listos para hacer una oración, Denith preguntó: —Mamá, ¿dónde está Teddy? —Mi cielo —le respondí—, Teddy se ha perdido. Tenemos que buscarlo de día, cuando hay luz. Ahora está oscuro, y no se ve nada. ¿Quieres que le pidamos a Jesús que le dé una buena noche a Teddy, y que esté calentito y cómodo y duerma bien? —Mamá, ¿dónde está Jesús? —preguntó Denith. —En tu corazón —le respondí—. También está en el mío y alrededor de nosotros. Cuando le hablas, Él te oye; y si prestas atención, tú también lo oirás cuando te hable. Inmediatamente Denith preguntó en voz alta: —Jesús, ¿dónde está Teddy? Después de una breve pausa Denith exclamó emocionado, pero con mucha seguridad y naturalidad: —Mamá, ¡Teddy está en la cuna! Me quedé electrizada. Sabía que mi hijo había oído la respuesta de Jesús. Sin vacilar ni un instante, busqué entre los juguetes y peluches que había en la cuna de la nena. En efecto, debajo de los otros juguetes estaba Teddy. Me conmovió que Jesús hubiera sido tan amoroso con Denith. Premió su fe respondiéndole claramente. Para mí fue una buena oportunidad de enseñarle que Jesús siempre tiene la solución. Gentileza de Conéctate. Usado con permiso. Foto adaptado de Wikimedia Commons.
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Al pensar en mi infancia, me llegan incontables imágenes de amor, ánimo y recuerdos cariñosos de mi familia. Recuerdo las noches en que mi padre me leía por horas, mientras yo escuchaba sentada en su regazo. Sin duda, esas experiencias me inculcaron un amor por los libros que duraría toda la vida. Cuatro décadas después, escucho con claridad las palabras de mi madre: «Michelle, trata a todos con amabilidad», y en el mismo tono que empleaba cuando yo era niña. Los valores que mis padres me inculcaron —perseverancia, compasión, aceptación, creer en mí misma— son los mismos que actualmente rigen mi vida. Y son los mismos valores que trato de inculcar a mis hijos. No hace falta hacer un estudio para demostrar tu influencia: un momento en que veas que tu hijo imita tu comportamiento o repite tus palabras o copia tus valores, bastaría para confirmar que sí dejas huella. El sentido común nos dice que podemos influir de manera considerable en el rumbo que tome la vida de los hijos. Y hay una sencilla razón: las habilidades para desenvolverse exitosamente en la vida se aprenden, no se heredan; podemos marcar una gran diferencia porque podemos enseñar esas habilidades a nuestros hijos y alumnos. Afrontar los altibajos de la vida, llevarse bien con los demás, fijarse una meta y no rendirse hasta que se logre, saber cómo hallar soluciones y solucionar conflictos, comunicarse con firmeza y seguridad en sí mismo, y hacer todo con compasión y empatía son las habilidades que contribuyen a formar un carácter firme, una mente fuerte y un corazón que se preocupa por los demás; y todas son habilidades que se pueden enseñar. Aunque es posible que nuestro amor y afecto no haga forzosamente que nuestros hijos tengan más confianza en sí mismos ni que sean más amistosos, podemos fomentar las habilidades que mejoren las características de una vida exitosa. Independientemente del temperamento de tus hijos y su composición genética, puedes ampliar sus posibilidades al enseñarles cómo llevar una vida más exitosa y plena. - Michele Borba * Cómo vives —tu orden de prioridades, cómo pasas el tiempo, cómo gastas el dinero, cómo tratas a los demás y a tus posesiones— es el único y mejor indicador de lo que te importa y los valores que aprecias. Créeme, tus hijos interpretan tu vida con mucha mayor claridad que cuando oyen tus palabras. Si esas dos cosas están en armonía, es estupendo. Si no, es hora de volver a evaluar. A medida que tratas de impartir a tus hijos valores sanos, pregúntate:
* ¿Qué significa preparar a los hijos para la vida? Significa ponerse a pensar en cómo ayudarlos a avanzar por las etapas naturales de crecimiento y desarrollo, conscientes y enterados de lo que pasan sus compañeros, y prepararlos para cuando tengan que encarar situaciones parecidas. Significa enseñarles a ser valientes en las dificultades y a encarar situaciones nuevas de forma responsable y con confianza. Significa que en vez de protegerlos de las influencias negativas del mundo actual, les enseñen a discernir el bien y el mal y a comportarse con integridad, autodisciplina, convicción, amor, tolerancia y fortaleza de carácter. […] Inculcar valores morales a los hijos es un desafío que encaran todos los padres. Todo padre y madre conscientes tienen que formar a sus hijos para que se apoyen en valores, convicciones y creencias aunque estén en contacto con influencias que no se tolerarían en su casa pero son parte de la vida una vez que los niños empiezan a ir al colegio y tienen amigos de familias que no comparten la misma fe o el mismo código moral. Preparar a los hijos es esencialmente enseñarles a comportarse fuera de la seguridad de su casa o de su familia, a reaccionar con convicciones y arreglárselas cuando no estén con sus padres y tengan que afrontar la realidad del mundo. […] Los hijos en la actualidad enfrentan muchas influencias y las enfrentarán mucho más a lo largo de su vida. Unas serán positivas, otras negativas y muchas una de cal y otra de arena. Si adoptan la mentalidad de prepararlos para la vida, aceptarán que no pueden protegerlos de todo influjo negativo, pero sí orientarlos para que aprendan a tomar buenas decisiones cuando se vean expuestos a ello. - María Fontaine * «La Palabra de Dios es viva y eficaz» (Hebreos 4:12). Vive en nosotros, nos habla y nos llena la vida de luz y entendimiento. A medida que ingerimos el agua viviente de la Palabra de Dios, comienza a transformar nuestro corazón, mente y vida. Empezamos a ver las cosas desde la perspectiva de Dios, que en muchos casos difiere sustancialmente de nuestra forma de pensar. Descubrimos cosas de nosotros mismos y de los demás que no habríamos alcanzado a ver de ninguna otra manera. A nadie se le ocurriría decirle a un niño que se ha perdido en el bosque que busque por su cuenta el camino de regreso a casa. Nunca se nos pasaría por la cabeza no dar de comer a nuestros hijos, no vestirlos o no dejarlos salir a jugar, respirar aire puro y hacer ejercicio. Y tampoco debemos privarlos de las Palabras de vida, que imparten el poder, la luz y la vida de Dios. Jesús dijo: «Las Palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida» (Juan 6:63) Con la Palabra de Dios los niños aprenden lo que está bien y lo que está mal y adquieren sólidos principios que los capacitan para hacer frente a las numerosas dificultades que se les presentarán en la vida. Y a medida que crezcan, sin duda tendrán que encarar muchas, porque la vida es un terreno de pruebas en el que aprendemos a tomar decisiones en consonancia con los preceptos del bien, en vez de escoger lo que es malo y perjudicial. Desde muy pequeños, los niños libran esta batalla espiritual y toman decisiones que pueden afectar en gran manera su vida y la de los que los rodean. Los padres podemos preparar a nuestros hijos para hacer frente a esas difíciles decisiones proporcionándoles una base de fe y un buen conocimiento de la Palabra de Dios. - Derek y Michelle Brookes Gentileza de Anchor. Foto de Rick Bolin via Flickr.
Un buen carácter consta de conocer el bien, desear el bien y hacer el bien; son hábitos de la mente, hábitos del corazón y hábitos de acción. Los tres son necesarios para llevar una vida moralmente aceptable; los tres constituyen una madurez moral. Cuando pensamos en el carácter que queremos que tengan nuestros hijos, es evidente que queremos que puedan determinar lo que está bien, que les interese profundamente lo que está bien y que luego hagan lo que crean que está bien, aunque enfrenten presiones y tengan tenciones. Thomas Lickona * Ya que nuestros hijos crecen y llegan a ser las personas que han elegido ser, que tienen la libertad de elegir su propio camino, no podemos estar seguros de que las enseñanzas morales que les impartimos tengan un impacto a largo plazo. Sin embargo, cuando desde edad temprana empezamos a inculcarles los valores que apreciamos mucho, y cuando lo hacemos por muchos años, nuestra posible influencia es, en efecto, muy grande. Aunque nuestros hijos no entiendan completamente lo que les decimos en el momento en que lo decimos, de todas maneras nuestras palabras pueden tener un valor duradero. Es posible que dentro de algunos años nuestros hijos las recuerden. Y cuando lo vean con el lente de una etapa de desarrollo más madura, nuestras palabras tal vez adquieran un significado nuevo y más profundo. Soy padre, y esa posibilidad me infunde esperanza y consuelo Así pues, habla con tus hijos acerca de tus creencias. Thomas Lickona * Instruye al niño en el camino correcto, y aun en su vejez no lo abandonará. Proverbios 22:6 * Si pides cuentas a tu hijo durante un período de tiempo, adquirirá la costumbre. Ya no hará falta que se lo recuerdes, sino que actuará por costumbre, con naturalidad y sin pensarlo mucho. Quisiera que mis hijos adquirieran muchos hábitos, como hacer la cama al levantarse por la mañana, decir «por favor» y «gracias», y beber mucha agua durante el día. En realidad esas costumbres no tienen mucho impacto en su relación con el Señor, pero dejan huella. También quiero que lleguen a adquirir costumbres que agraden al Señor, como diezmar de buena gana, asistir a la iglesia con regularidad y orar a diario. Te exhorto a que examines a tus hijos. […] Encuentra hábitos que quieres que tus hijos tengan y cultiven toda la vida. No llegarán a tener un buen hábito si los regañas con insistencia para que lo adquieran, sino al animarlos constantemente. […] Si en la vida únicamente damos a nuestros hijos un amor por el Señor Jesucristo y firmeza de carácter, habremos tenido éxito en nuestra labor de padres. El carácter hará que consiga un empleo. El carácter hará que se levante en la mañana en los casos en que preferiría no hacerlo. Algún día, el carácter hará que se mantenga unido su matrimonio. Si los padres procuramos inculcar virtudes a nuestros hijos, en el futuro ellos podrán crear grandes cambios en nuestro país. Terri Camp * Debes comprometerte con todo tu ser a cumplir cada uno de estos mandatos que hoy te entrego. Repíteselos a tus hijos una y otra vez. Habla de ellos en tus conversaciones cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes. Deuteronomio 6:6–7 * Antes de que tuviéramos hijos, mi esposo y yo dábamos una clase junto con otro matrimonio en un centro de aprendizaje. Cada domingo, por dos horas y media, teníamos a nuestro cargo a unos 50 niños llenos de energía. Los pequeños tenían 6, 7 y 8 años, y estaban con nosotros mientras los padres asistían a un oficio religioso y a la hora de fraternidad. Al principio de cada semana, cenábamos con el otro matrimonio para planear las lecciones y las actividades complementarias. A veces esas sesiones duraban más de tres horas, pues teníamos que fijar metas y objetivos, preparar los programas de enseñanza y crear técnicas de evaluación. Después de haber sido madre, transcurrieron varios años antes de que me diera cuenta de que mi vida revelaba una dicotomía enorme. Cuando estaba a cargo de la formación de los hijos de otras personas, no escatimaba tiempo ni esfuerzo. Sin embargo, dedicaba muy poco tiempo a planificar o preparar la enseñanza y transformación de mis hijos. Sin darme cuenta, tenía la actitud de que si esperaba el tiempo suficiente, a la larga terminaría mi trabajo, ¡aunque fuera solo porque se había acabado el tiempo! […] Pensaba: «Es inevitable que lleguen a la edad adulta. Algún día madurarán y harán su contribución en la sociedad. Algún día habré terminado mi tarea». Sin embargo, al reflexionar en la situación, me di cuenta de que esa actitud de que «de algún modo, algún día…» no resulta bien en nuestra sociedad. […] Hay demasiados niños que andan sin rumbo fijo (o que están sentados, golpeando con los talones la corteza de los tocones, como hacían mis hijos) sin tener idea de a dónde se dirigen en la vida, porque madres como yo nunca les señalaron ninguna dirección. No podemos limitarnos a estar presentes, a la espera de que de algún modo, algún día, nuestros hijos sean exitosos. Debemos empezar a tomar más en serio la tarea de criar a nuestros hijos, darle máxima importancia. A fin de hacerlo, debemos dedicar tiempo a fijar metas para la educación del carácter de nuestros hijos. [Pregúntate:] * ¿Cuáles serían las cinco características que quiero que destaquen en la vida de mi hijo para cuando llegue el momento de que se marche de casa? * ¿Cómo voy a dirigir hoy a mi hijo hacia una de esas metas? Gwendolyn Mitchell Díaz * Toma [a tus hijos] de la mano y guíalos por el camino del Maestro. Efesios 6:4 * Disciplinar a los niños significa formarlos, enseñarles a llevar una vida disciplinada y, con el tiempo, a autodisciplinarse. Si la disciplina es algo que simplemente se aplica a los niños, la consecuencia de ello es que en cuanto quedan libres de la autoridad paterna se desbocan. Pero si los disciplinan en el sentido de que los instruyen y les enseñan a llevar una vida disciplinada, a la larga serán capaces de autodisciplinarse en la mayoría de los aspectos. María Fontaine Recopilación gentileza de Anchor. Foto (adaptado) de Wikimedia Commons.
Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él. -Proverbios 22:6 Un día no muy distante tus hijos ya serán mayores y se marcharán. Entonces agradecerás haberles dado lo que necesitaban de pequeños. No habrá sido fácil. Te habrá costado muchos sacrificios, pero vale la pena. Joy, misionera y madre de una familia numerosa, lo expresa de la siguiente manera: Actualmente veo la maternidad desde otra perspectiva. Ya pasé la etapa inicial de cambiar pañales y dar de mamar a media noche, de sentar a los niños en la bacinilla y curar innumerables raspones en las rodillas. Ahora soy abuela además de madre. Mis hijos menores todavía viven conmigo, pero los mayores ya se han casado y han empezado a darme nietos. A los matrimonios jóvenes que inician la ascensión de lo que parece una montaña insuperable, quisiera decirles simplemente que vale la pena. Cuando observo a mis hijos que ya son adultos me invade una sensación muy grata, al constatar cómo ha obrado el Señor en su vida. Siento paz y renovado entusiasmo para cuidar de los pequeños que todavía están conmigo… Por eso, la próxima vez que te encuentres a media noche velando a un niño enfermo, sonriendo pese a las ganas de llorar, cantando para no perder la paciencia, limpiando naricitas mientras sueñas con el día en que harás grandes obras para Dios, no olvides que ya las estás haciendo. No lamentaremos una sola oración, una sola canción, una sola palabra de amor. Cada gesto de amor tiene un efecto perdurable en ellos. Al cabo de años de haberlo hecho todo por fe, gozaremos de la bendición de verlos convertidos en hombres y mujeres hechos y derechos. - Derek y Michelle Brookes[1] Si bien es cierto que el amor es un ingrediente esencial en la vida humana, el deber de los padres va mucho más allá. El amor sin instrucción no va a producir niños disciplinados, con dominio de sí mismos y respeto por sus semejantes. El afecto y la calidez son el fundamento de la salud mental y física, pero no sustituto de la buena formación y orientación. La mayor debacle social de este siglo es la creencia de que el amor, prodigado en abundancia, torna innecesaria la disciplina. Los niños respetuosos y conscientes de sus obligaciones provienen de hogares donde hay una buena combinación de amor y disciplina. El amor y la disciplina no se contraponen; la segunda es una función del primero. Los padres deben estar convencidos de que el castigo no es algo que se inflige al niño, sino que lo corregimos para ayudarlo. La actitud del progenitor ante el chico desobediente debe ser: «Te quiero demasiado para permitir que te comportes de esa manera». James Dobson[2] En el Salmo 127, el rey Salomón describe a los hijos como saetas en manos del valiente… Vaya —reflexioné—, debo considerar a mis hijos… ¡como saetas! Se supone que tengan dirección y un propósito, y lleven consigo el potencial de marcar una diferencia y causar un impacto. En cierto modo, yo llevaba a los míos en mi aljaba, esperando que un día crecieran y hallaran su propia aljaba… muy pronto se volvió patente que los objetivos que debía inculcarles eran para cultivar su personalidad, no para empujarles a cierta carrera en particular. No deseo encasillar a mis hijos menores en pequeños moldes que he creado. Hay demasiados padres que crean moldes y tratan de forzar a sus hijos a encajar en ellos. Pero eso solo hiere sus corazoncitos al igual que un par de zapatos inadecuados les harían daño en los pies. Los niños que han sido reprimidos terminan con ampollas emocionales que les dificultan el caminar e incluso el pararse por sí mismos. Decidí atesorar principios, fibra moral e integridad más que calificaciones o notas, triunfos deportivos y pulcros dormitorios. Para no establecer metas demasiado restrictivas, me hice la siguiente pregunta: ¿Mi hijo puede llegar a ser un juez o en humorista; un famoso cirujano o un basurero responsable; un analista de inversiones o un experto jardinero, y aún así alcanzar las metas que le he propuesto? Si mi respuesta es afirmativa, mis objetivos probablemente sean ecuánimes y mi molde más amplio. Decidí cumplir mi meta elaborando una lista de tres a cinco cualidades que deseaba que caracterizaran la vida de cada uno de mis hijos cuando abandonaran el nido. ¡Sabía que no podría manejar más que eso! Incluí en la lista diversos rasgos como honestidad, generosidad, compromiso con su familia, satisfacción y ser independientes. Esto puede variar acorde con la personalidad de cada niño y cambiar con el tiempo, dependiendo en ocasiones de mi madurez como madre… Completar este ejercicio me brindó una guía y un propósito definitivo en mi labor de maternidad. He hallado diversas metas que perseguir. Si notaba en la vida de uno de mis hijos algún rasgo negativo que había decidió no tolerar, sabía que era tiempo de intervenir. - Gwendolyn Mitchell Diaz[3] Si consideras a tus hijos nimios e insignificantes, hablarás con ellos de cosas nimias e insignificantes. Tu comunicación con ellos será trivial y superficial. Y esa dimensión comunicativa se reflejará en su madurez. Dejarás detrás tuyo una generación de enanos atrofiados. Por otro lado, si ves a tus hijos como futuros padres, futuros dirigentes, futuros hombres y mujeres de Dios, y te aseguras de que a diario avanzan en dirección hacia ese papel tan importante, harás todo lo posible por moldear sus vidas hacia el ambicioso objetivo de convertirse en padres, dirigentes, y hombres y mujeres de Dios. - V. Gilbert Beers[4] Amarás, pues, al Señor tu Dios, y guardarás Sus ordenanzas, Sus estatutos, Sus decretos y Sus mandamientos, todos los días… Y las enseñaréis a vuestros hijos, hablando de ellas cuando te sientes en tu casa, cuando andes por el camino, cuando te acuestes, y cuando te levantes. Deuteronomio 11:1, 19 Recompilación gentileza de www.anchor.tfionline.com. Foto de Wikimedia Commons.
[1] ¿De dónde sacar fuerzas? (Aurora Production AG, 2004). [2] Atrévete a disciplinar (Tyndale House Publishers, 1975). [3] Mighty Mom’s Secrets for Raising Super Kids (RiverOak Publishing, 2001). [4] Parents: Talk with Your Children (Harvest House Publishers, 1988). [Nos] preguntamos: ¿Cuáles son nuestros valores como familia? ¿En qué creemos, en realidad? ¿Qué es lo que consideramos verdaderamente importante para nosotros? Coincidimos en cuatro palabras: gratitud, generosidad, humildad y valor. Decidimos que queríamos que esos cuatro valores nos definieran como familia, y para Parker (mi hijo mayor) y yo, el tipo de hombres que somos. Así es que siempre estoy consciente de cómo cultivar la gratitud. ¿Qué hago para dar ejemplo de generosidad? ¿Qué debo hacer para cultivar la humildad, vivir en un aprendizaje continuo y siempre anhelar más de Dios? ¿Y cómo hacer para vivir con valor? Uno no puede obedecer a Dios si no tiene valor. Fue por eso que Dios le dijo a Josué: «Sé fuerte y valiente», porque si quieres poner a prueba y vivir conforme a las promesas de Dios, te hará falta mucho valor. Esas cuatro palabras son palabras que empiezan a definirnos como familia. Son cosas que quiero destacarle a mis hijos. Mark Batterson * A los que aún no lo hayan hecho, les recomendamos que determinen cuáles son los valores que personalmente o como familia consideran más importantes, que definan los ideales que guían sus decisiones personales, expresan la vida cristiana y la integridad que quieren manifestar, y que consideren que les ayudarán a llevar una vida plena y llena de sentido. Hay muchas maneras de expresar la escala de valores propia. Algunas personas prefieren elaborar una lista de puntos breves y concisos. Otras redactan su declaración personal de intenciones. Algunas expresan lo que sienten que los define como persona, los aspectos de su vida y las metas que más relevantes les resultan. Todas las personas —incluso las que hasta ahora no han reflexionado conscientemente acerca de estas cosas— tienen valores o principios que influyen de manera fundamental en sus decisiones y procesos mentales, aunque solo sea de manera subconsciente, y que hasta cierto punto hacen que sean como son; es lo que guía su moralidad. Si lo piensan y oran un poco al respecto, es probable que reconozcan ciertos patrones en sus actos y sus pensamientos, factores que siempre toman en cuenta a la hora de tomar decisiones o en los que las basan. Eso puede ayudarlos a definir qué valores consideran prioritarios. A lo mejor también terminan por darse cuenta de que hay algunas cuestiones a las que no han dado suficiente prioridad, o factores que deberían tener más en cuenta, y hacen los ajustes necesarios. Si nunca han hecho algo así, es posible que la primera lista que preparen sea simplemente un borrador, porque luego con el tiempo tal vez la vayan completando y adaptando. Si seguimos la lógica de que los valores que se presentan en Mateo 22:37-40 son el núcleo de todo lo que decimos, hacemos y creemos, aquello en lo que basamos nuestras elecciones y decisiones… entonces todos los valores que se desprendan de esos dos mandamientos armonizarán entre sí. Peter Amsterdam * Jesús le dijo: «”Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente”. Este es el primero y más grande mandamiento. Y el segundo es semejante: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas.» Mateo 22:37–40 * Grábate en el corazón estas palabras que hoy te mando. Incúlcaselas continuamente a tus hijos. Háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes. Deuteronomio 6:6–7 Articulo gentileza de http://anchor.tfionline.com/es/post/valores-lecciones-de-vida-y-verdades/. Foto de Christine [cbszeto] via Flickr.
Josie Clark Era Nochebuena, y andaba correteando con mi hija de diez años por las calles de Morelia, en México. Habíamos salido a hacer unas compras de último momento. En los semáforos se agolpaban los mendigos. -¡Mira esa señora! -me dijo Caty, llamándome la atención sobre una anciana que estaba pasando frío y había dejado momentáneamente de mendigar para frotarse los pies descalzos. -Es una abuela -pensé en voz alta- y en vez de estar en casa con su familia, está aquí descalza bregando por reunir un poco de dinero para una cena de Navidad. Entonces se me ocurrió una idea. -Caty, vamos a casa a buscarle un poco de comida. Me imaginé que no estaría mucho tiempo más en el semáforo, pues ya oscurecía. Nos apresuramos por llegar a casa, buscamos un par de bolsas que aguantaran bastante peso y comenzamos a llenarlas de provisiones que sacamos de la alacena y la nevera. Arroz, frijoles, jalapeños secos, un frasco de salsa mexicana, tortillas de maíz, pollo cocinado. Teníamos tanta abundancia que no costó mucho llenar las bolsas. Una barra de pan, mermelada, tocino. Cerré las bolsas haciendo unos lazos con unas cintas y partimos hacia el sitio donde estaba la señora. Al principio pensamos que nos habíamos demorado demasiado y que se había ido; pero después la vimos caminando penosamente por la calle envuelta en su chal, quizá rumbo a su casa. -Hola -le dijo Caty-. La vimos en el semáforo y le trajimos algo para la cena. ¡Ojalá que usted y su familia puedan sentir el amor de Dios esta Navidad! La mujer nos miró, y le rodaron lágrimas por las mejillas. Tomó a Caty de las manos y se las besó. -Gracias, gracias. Que Dios te bendiga. Eres hermosa. Eres un ángel de Navidad. Tomó las bolsas y siguió caminando. Nuestra Nochebuena fue animada y alegre, como de costumbre. Por la mañana Caty abrió sus regalos. Cuando le pregunté si estaba pasando una linda Navidad, me respondió: -¿Sabes, mamá? El mejor regalo de esta Navidad fue ver tan feliz a la señora de anoche y que me besara las manos. Creo que lo mejor de la Navidad es lo que damos a los demás. Gentileza de la revista Conéctate. Usado con permiso.
Nota para el padre o profesor: El siguiente es un plan de clase de 20 a 30 minutos de duración, que enseña el tema del agradecimiento y cómo dejar de quejarse y refunfuñar. Es ideal para niños de 1 a 6 años. * Debatir: Charlen de lo poco agradable que es estar cerca de alguien que siempre se queja. Comparen las quejas con un calcetín apestoso, u otra cosa que al niño le resulte desagradable. Pongan de relieve la clase de actitudes que hacen que la gente disfrute de su compañía. Video: «Mirar el lado positivo». Tema de conversación: Aunque a veces es fácil enfatizar lo que sale mal, la felicidad viene cuando uno se concentra en lo positivo. Leer o memorizar una de las rimas de «Gratitud: Paginas para pintar». También se puede descargar y pintar las paginas. Leer «Piedritas de luz: Muchas razones para estar contentos.» Completen la tarea de «acción» al final del artículo. Memorizar 1 Tesalonicenses 5:18 (RVR1960): «¡Dad gracias en todo!» Leer «Poema: Mi rayito de sol». Encontrarán el libro para colorear correspondiente aquí. Video: «Video: El poder de una sonrisa». Actividad opcional: De una hoja de cartulina, recorten un círculo grande que represente el sol. En el centro del círculo escriban: «Cómo encontrar el lado positivo» y hagan una lista de las cosas que puede hacer el niño cuando está desanimado. Hagan una agujero en la parte superior del círculo, pásenle un hilo, y cuélguenlo en un lugar visible. Adaptado de un plan de clase de My Wonder Studio. Imagen gentileza de Grant Cochrane, www.freedigitalphotos.net
1. Tengan ratos fijos de devociones en familia. Procuren hacerlos entretenidos y variados; que sean ocasiones que todos esperen con ilusión. (Nota del Editor: Se puede encontrar devocionales gratis para los niños en FreeKidStories y My Wonder Studio.) 2. Aprovechen el tiempo que dedican al estudio de la Palabra de Dios para que sus hijos perciban y se contagien también del entusiasmo que tienen ustedes por aprender y descubrir nuevos tesoros espirituales. 3. Procuren adoptar principios y costumbres espirituales juntos. Decidan qué metas ponerse y de qué forma premiarán sus logros; de ese modo será más positivo y entretenido. 4. Reúnanse con frecuencia para orar juntos. Puede ser antes de comer o de salir, a lo largo del día o al retirarse a dormir. No tienen por qué ser sesiones largas; pueden ser plegarias cortas y sencillas, que se hagan con regularidad como cualquier otra actividad cotidiana. 5. Den a conocer las peticiones de oración que tengan. Hagan un tablero de oración donde enumeran sus peticiones y marcan las oraciones respondidas. Asimismo, pueden añadir versículos para invocar. 6. Pónganse una tarea de memorización de versículos en conjunto. Pueden hacer una gráfica en la que enumeran los nombres de todos y los versículos o textos que desean memorizar. Determinen qué premio habrá para quienes cumplan la tarea. 7. Vean una película con sentido o un buen documental, y al terminar que cada uno comente lo que piensa. Compartan sus opiniones y perspectivas y saquen a relucir los principios espirituales. 8. Celebren los días festivos de forma que se reconozca su verdadero propósito o que glorifique a Dios de alguna manera. (Incluso se puede hacer en feriados que no tengan motivo cristiano.) 9. Fomenten una cultura de generosidad para con Dios y los demás. Aparten el diezmo en familia o guarden obsequios para entregar en épocas especiales del año. Decidan juntos a quién dárselo o hagan un plan que beneficie a los necesitados. 10. Escuchen al Señor en familia con relación a las decisiones trascendentales o asuntos que los afecten a todos. Hablen del tema entre todos y soliciten la guía del Señor. Acto seguido, tómense unos momentos para escucharlo. 11. Que sus hijos vean en ustedes un ejemplo de actitudes y valores divinos. Recuerden que ellos observan lo que todo el mundo hace y dice. Aprenderán más del ejemplo que vean en ustedes que de toda suerte de amonestaciones que les puedan dar. Gentileza de La Familia Internacional. Usado con permiso.
Joseph Reader
El entretenimiento es capaz de transmitir mensajes sutiles. El Dr. David Walsh, autor de Selling Out America’s Children: How America Puts Profits before Values and What Parents Can Do (La traición a la juventud estadounidense: cómo se da más prioridad a las utilidades que a los valores, y qué pueden hacer los padres), identifica seis supuestos valores clave que predominan en los medios: 1. La felicidad se obtiene consiguiendo cosas materiales. 2. Trata de conseguir lo más que puedas para ti mismo. 3. Hazlo lo antes posible. 4. Gana a toda costa. 5. La violencia es entretenimiento. 6. Aspira siempre al placer y evita el aburrimiento. Naturalmente, no resulta para nada sorprendente que los medios pongan el acento en el entretenimiento y el materialismo. En última instancia, prácticamente el 90% del contenido que vemos en los medios está en manos de un puñado de gigantescas empresas transnacionales, como Time Warner, News Corp., Disney, Viacom, Vivendi, Bertlesmann y Sony. George Gerbner, veterano crítico de los medios, señala que por primera vez en la historia de la humanidad la mayoría de los relatos sobre personas, la vida y los valores no nos llegan de nuestros padres, colegios, iglesias y otros representantes de la sociedad que tienen algo que decir, sino a través de un distante grupo de conglomerados que tienen muy poco que contarnos y mucho que vendernos. Por ende, los medios de comunicación del siglo XXI se nutren principalmente de un pequeño grupo de grandes empresas cuyo interés primario no es la salud de la sociedad ni el bienestar de nuestros hijos, sino aumentar al máximo su margen de ganancias. En una entrevista de la agencia noticiosa católica Zenit se preguntó a la guionista Clare Sera cómo ejerce Hollywood influencia en nosotros sin que nos percatemos siquiera de ello. Veamos sus respuestas: De muchas maneras. Aunque cada película y cada programa de TV deja su huella, tenemos mucho poder de decisión sobre la forma en que nos dejamos influir por ello. A continuación, Sera explica lo importante que es hablar de los mensajes subyacentes de una película luego de haberla visto, especialmente con nuestros hijos. Las películas presentan buenas oportunidades para hablar de temas que probablemente no se nos ocurren en la mesa. Es una buena forma de entablar conversación con nuestros hijos sobre el motivo por el que pensamos que tal o cual película tiene un mensaje negativo o un mensaje genial, y preguntarles su parecer. Y no solo con las películas. A los padres siempre se les presentan oportunidades para explicar: «A esto nos llama Cristo», o bien: «Así es como esta cultura difiere del llamado de Cristo», para luego hacerles ver la diferencia entre lo bello en apariencia y lo profundamente hermoso, entre la satisfacción inmediata y la profundidad de alma. Entre Britney Spears y la Madre Teresa. En el fondo, la mejor protección contra la tendenciosidad de los medios y sus efectos es tener cuidado con aquello a lo que nos exponemos y limitar su consumo. Encender la televisión o tragarse sin espíritu crítico publicaciones de difusión masiva son actividades que permiten el acceso a nuestra mente a cualquiera que tenga los recursos para influir en nosotros por los medios de comunicación de masas. Nuestra mente vale que la salvaguardemos. Conviene limitar las vías por las que otros pueden acceder a ella. Si mantiene la mente demasiado abierta, se la llenarán de basura. ¿Tienes —o vas a tener pronto— un bebé?¿Te gustaría prepararte un poco mejor para criarlo bien? ¿Buscas consejos prácticos para desarrollar su inteligencia y hacerlo feliz?¿Te interesa establecer un profundo y perdurable vínculo afectivo con tu hijo?
Disfruta de tu bebé te introduce en el asombroso y misterioso mundo de esa personita que Dios te ha enviado. Descubrirás cosas increíbles de tu pequeñito y verás todo lo que puede llegar a ser si lo tratas con amor y sabes comprenderlo y orientarlo. |
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